jueves, 18 de diciembre de 2014

Día 2: toma de contacto

Amanecer en Lefkada

Después de una noche de mosquitos, y de ruidos al amanecer, se presentó un día con muy buen tiempo y mucho por hacer. El pueblo bullía de actividad y el clásico ruido de motos, saludos en voz alta entre transeúntes, comercios que levantan sus puertas metálicas nos sacó del amodorramiento. Ahora sí que podríamos ver el pueblo a la luz del sol y confirmar la buena impresión que nos dio al entrar de noche.

Vista desde el apartamento. Una arquitectura caótica
Lefkada engaña. Ante nuestra vista desde el apartamento teníamos una visión del interior del pueblo. Y era desoladora. La arquitectura era caótica (nada que envidiar a muchas poblaciones de otras zonas del Mediterráneo, pero con un aspecto de provisionalidad y poco cuidado bastante grande). Todo lo menos parecido que uno espera ver al amanecer en un pintoresco pueblo de una isla de Grecia.

 Pero todo tiene su explicación, y es que estamos en tierra con temblores sísmicos frecuentes. Uno de estos temblores arrasó varias islas de esta zona en 1953. Acabó con mucha de la arquitectura tradicional y muchas de las casas que se levantaron se hicieron de hormigón en la base y de una especie de chapa en las plantas más elevadas. Y parece que el recuerdo de la catástrofe es intenso, y quizá, esas soluciones adoptadas entonces, la precaución ante otro seísmo y la crisis financiera que vive Grecia (2013) hace que lo que iba a ser no permanente se convirtiera en definitivo. Así no es difícil encontrar iglesias cuyos campanarios son lo más parecidos a un andamio de construcción que pueda imaginarse, lo cual resta encanto al conjunto de la ciudad. Pero, aunque suponga adelantarnos, al final y el último día, que dedicamos a Lefkada, nos reconciliamos con la ciudad. Todo esto ya lo advierte Rod Heikell en el derrotero que llevábamos por guía.

Justo enfrente de la puerta había una frutería con un aspecto magnífico. Todo expuesto a la vista en plena calle y en generosas cantidades, así que nos proveimos de fruta para el desayuno.

No teníamos prisa y esperábamos que alguien apareciera para cobrar la estancia de una noche en el apartamento, pero nadie aparecía. Bajamos a dar una vuelta, tomar algo en algún café que había cerca donde aprovechamos para preguntar dónde se podía pagar. En Grecia el inglés sirve para todo y salvo contadas ocasiones no habrá mayor problema para entenderse. El el bar trataron de localizar a alguien por teléfono, pero nadie respondía. Enviamos correos electrónicos desde los móviles sin resultado. Finalmente llamamos por teléfono y se nos dijo que una prima del propietario se acercaría a cobrar, pero que si teníamos prisa dejásemos la cantidad encima de la mesa y las llaves en la puerta. Finalmente apareció Simona (que así se llamaba la propia) y asunto arreglado a la Mediterránea, sin agobios. 

Mucho por hacer

Ante nosotros se nos abría una mañana llena de actividad. Contábamos con el coche de alquiler, que aunque había que devolverlo esa mañana en la propia Lefkada (dónde, no lo sabíamos, porque la oficina de Avis que estaba al lado del apartamento era un local vacío) lo utilizamos para llevar las maletas al puerto y cargar la compra. La verdad es que esto resultó cómodo pues pudimos preguntar por algún hipermercado donde surtirnos a mejor precio que el supermercado del puerto deportivo, donde ya se sabe que los precios son mayores. Así que lo primero fue dejar el equipaje en la agencia e irnos a hacer la compra y devolver el coche.

En su obra "Hasta donde me lleve el viento", Eduardo Rejduch (me lean el libro si de verdad les gusta navegar) hace una descripción desoladora del chárter en Grecia. Colas en los muelles de navegantes variopintos, barcos que llegan son preparados en horas e inmediatamente se van en condiciones más que dudosas, costas ventosas (las del Egeo lo son), y unas aglomeraciones en los puertos fruto de la saturación de cruceristas ocasionales. Algo de cierto hay en ello, y también mucho de tópico. La verdad que hay compañías de chárter que ofertan barcos muy nuevos, las condiciones de los mismos son muy buenas, y el negocio está muy profesionalizado. Esa había sido nuestra experiencia en el Egeo. Esta vez habíamos contratado con un intermediario en Madrid que a su vez había contratado con otro intermediario en Grecia. Eso es normal. Pero encontramos un tercer intermediario entre el segundo y el dueño de la embarcación, dueño que era un particular que alquilaba su barco. Supongo que entre lo que pagamos y lo que llega al propietario habría una gran diferencia. Después, durante el viaje, nos ofrecieron varios barcos en las marinas para ser contratados directamente por el dueño. Es de suponer que la crisis financiera de Grecia ha empujado a muchos propietarios de embarcaciones a alquilar la suya para tener un ingreso extra.

En la marina no encontramos ningún local de Aegean Yacht, pero localizamos rápidamente el local de Sealand, donde nos estaban esperando. Los sábados, días en los que suelen empezar los cruceros con barcos de alquiler los locales tienen todos una estampa muy parecida. Un montón de maletas apiladas por los rincones, carritos de la compra llenos de provisiones yendo y viniendo, y viajeros esperando mientras las embarcaciones son preparadas. A nosotros nos comentaron que nos esperaban al día siguiente, pero que en cualquier caso no había problema y que nos entregarían la embarcación esa mismo día a primera hora de la tarde. Al parecer tuvieron que llamar al propietario con urgencia para que preparara el barco. Mientras podríamos hacer la compra, hacer los trámites de embarque y esperar en el muelle.

En Grecia se exige que dos personas de entre todas las que se embarcan en un barco de alquiler sean capaces de gobernarlo. Por ello se debe firmar un papel donde se haga constar esta circunstancia por esas dos personas. No es necesario que la segunda persona tenga un título pero si debe firmar que tiene los conocimientos necesarios para llevar el barco y que debe tener una experiencia en navegación. También se suele requerir un depósito (en nuestro caso se hizo mediante bloqueo de tarjeta de crédito) de una determinada cantidad en concepto de fianza por la embarcación. De todas la veces que he alquilado un barco esta fue la vez que más fianza me fue requerida (unos 3.000 euros) al tratarse, al parecer, de una embarcación a motor.

Hechos estos tramites y a la espera de que nos dieran el barco, fuimos ha hacer la compra. La realizamos en un supermercado a las afueras donde nos aprovisionamos de todo lo necesario. Es conveniente que uno de los tripulantes se encargue de dar una pensada a todo lo referido al avituallamiento y de esta forma evitar el vagabundeo entre los anaqueles del supermercado. Este tipo de planificación es importante porque ahorra muchos quebraderos de cabeza y compras innecesarias, convirtiendose además en una de las bases del éxito del crucero. Que todo este a punto, que cada uno tenga el desayuno que quiere, que siempre haya aperitivos a las horas prevista o que se pueda comer anclados sin hacer mucha preparación de cocina es importante. Además eliminará los olvidos de ultima hora y su consiguiente engorro de ir buscando un producto determintado.

La entrega del barco

A punto de partir
Sobre las cinco de la tarde pudimos entrar en el barco. A bordo nos esperaban el propietario y su familia que lo habían estado limpiando a conciencia durante la mañana. Normalmente a la entrega se explican las características básicas del barco, cómo funciona, dónde se encuentran los elementos de seguridad, equipamientos, etc. Conviene en este punto prestar atención y esperar a que estas explicaciones terminen para proceder a entrar con bolsas y maletas en el barco. De lo contrario todo se hace muy incómodo. El Pterelaos es un Janneau Prestige 32 construido en el 2007. Con una eslora de unos 10 mts y una manga de 3,64. Tiene una potencia de 460 CV y una capacidad de gas-oil de 640 lts. De agua carga unos 250 lts. Es un barco de crucero muy cómodo aunque algo escaso de armarios (algo común en los barco de motor, donde el salón amplio y el compartimento de los motores y depósitos deja poco espacio para almacenar como dijimos). No obstante es un barco ideal para crucero, con una potencia de motor sobrada para cualquier necesidad y una gran maniobrabilidad al contar con hélice de proa y dos motores. Una buena elección. El barco ya mostraba las huellas de sus siete años, aunque los motores estaban perfectamente a punto y con un buen mantenimiento por parte del propietario. Contaba incluso con un generador de electricidad lo que garantizaba que siempre habría suministro eléctrico para cualquier urgencia o necesidad.

Después de todas las explicaciones sobre cómo funcionaba el barco el propietario me hizo varias preguntas.:
- ¿Sabe usted manejar un barco?
- Sí, claro.
- ¿Que experiencia tiene?

Después de explicarle toda la experiencia que había acumulado navegando, volvía a preguntar:
- ¿Está capacitado para llevar un barco como este?

Le conté que habitualmente navegaba en uno más pequeño, pero que me sentía capacitado para llevarlo. Debió notar la extrañeza que tanta pregunta suya provocaba, que finalmente me contó por qué lo hacía. Más de una vez había recibido a clientes que no tenían ninguna experiencia o que esta era muy poca. Me contó el caso de unos ingleses que era la primera vez que navegaban. Cuando les preguntó que si se sentían capacitados le comentaron "Sí, por supuesto. Las prácticas de navegación las hicimos en un barco como este". Y esa era toda su experiencia. También comentó los casos de varios turistas de Ucrania que nunca se habían metido en un barco y que aquella era su primera experiencia en navegación. Comprendí entonces su preocupación y procuré tranquilizarle. Le pregunté qué es lo que le llevaba a alquilar su propio barco, pues sentía curiosidad. Me comentó que el era ingeniero civil y que en estos tiempos en Grecia había poco trabajo para alguien que se dedicaba a la obra pública, cosa que pudimos comprobar en lo lento que avanzaban las obras de las carreteras...

Nos intercambiamos los teléfonos y nos dijo que le llamásemos en cualquier momento que lo pudiéramos necesitar.

El barco presentaba buen aspecto, a pesar de los siete años que tenía. Nada anormal por otra parte. Sí eché en falta un mayor cuidado en algunos detalles, como la falta de una carta de navegación de la zona (llevaba una de toda Grecia, con lo que la zona de navegación aparecía minúscula) y no tenía material de navegación como compás y porta ángulos. Llevaba mi propia carta, pero eché en falta los instrumentos de navegación, pues la verdad es que los utilizo sobre todo cuando navego por zonas que desconozco. Sí llevaba GPS-Plotter (un Garmin, que curiosamente he encontrado en todos los barcos que he alquilado y que no me gusta). La zona no presentaba aparentemente complicaciones y supongo que la causa por la que no tenía carta ni compases es que el propietario la conocía como la palma de su mano. Pero suponer eso de alguien que no ha navegado por la zona, es mucho suponer.

Sin más, procedimos a estibar, y comer algo. Habíamos decidido partir ya esa misma tarde. El tiempo era bueno y como a principios de junio los días son muy largos, no había que desaprovechar la ocasión. Soltamos las amarras y nos dirigimos a la bocana del puerto. Nos esperaba el canal de Lefkada y Vikclo como final del viaje de ese día.

Partir

Siempre es la misma sensación. Cuando salgo del puerto con un barco que no conozco todo me parece grande pero sé que cuando llegue al mar el barco - como todos - será pequeño. Ya he comentado en otra entrada cómo se navega por el canal de Lefkada. Estaba la dificultad extra de que se estaban haciendo labores de draga y el canal era un ir y venir de gabarras y agua muy turbia. Parece ancho, pero no hay que confiarse y hay que esta siempre atento a las señales, pequeñas, que están a los laterales y que marcan la zona navegable. La velocidad debe ser lenta (unos tres nudos) y es conveniente mantener una distancia con los barcos que llevamos detrás y delante, pues el canal suele estar concurrido. Nos preguntamos como debe ser tener un barco en Lefkada y querer salir a dar una pequeña vuelta. Hay que plantearse que se estará unos 20 minutos en el canal (de ida y de vuelta).

¡Por fin!

Costa este de Lefkada
Después de tanta preparación, horas de estudio, gestiones, viajes, kmts por carreteras, etc. entrábamos en la zona de navegación. Uno ha estado semanas estudiándosela en la carta. Se conoce cada fondeadero, cabo, estrecho, los puertos, etc. pero todo en las dos dimensiones del papel. Cuando estás allí,  las islas muestran su relieve, la neblina oculta detalles, y en el horizonte islas y continente parecen en la lejanía formar una misma línea de costa. Las islas del Jónico, al menos las de esta parte, tienen alturas considerables.

No hay que preocuparse. Hay que confiar en lo que se ha estudiado y vigilar. Así que con estas pusimos rumbo a Nidri, bordeando la costa este de Lefkada para pasar la noche en la bahía de Vlicho. Poco a poco todo el puzzle se va ensamblando y se empieza a reconocer todo. El mar estaba un poco vido, pero no ofrecía dificultades. El barco se comportaba bien y los dos motores nos empujaban con fuerza, con lo que el viaje se hacía rápido y con la seguridad de que llegaríamos a una hora más que decente para anclar, preparar la noche, y cenar.

Fuimos dejando a nuestro estribor Ligia y Nikiana y pasamos por el estrecho que forman Lefkada y Sparti. Paramos para un primer baño en el Jónico y comenzamos el camino para ganar la entrada de Vlicho.

Vlicho

En el fondeadero de Vlicho
Ya vimos, según íbamos acercándonos a la bahía, que había bastantes barcos. Una cosa estaba clara ya antes de llegar a la zona. A pesar de estar a principios de temporada, íbamos a encontrar siempre muchos barcos, puertos llenos y flotillas. Esta es una de las zonas de navegación más atractivas del mundo, y la verdad que una de las más concurridas. Islas verdes, pueblos pintorescos (y turísticos) una costa atractiva, en fin, demasiados encantos para que todo el mundo desee conocerlo. Así que nos dimos una vuelta por la ensenada, calculamos los posibles borneos y nos decidimos por un lugar a unos siete metros de profundidad para pasar la noche. En esta ensenada la profundidad es poca en comparación con lo que iríamos encontrando en el resto del viaje. Los sedimentos que se van depositando en el fondo van haciendo su trabajo y con el tiempo, supongo, la bahía necesitará un dragado. Vlicho es un lugar completamente seguro, muy resguardado de todos los vientos y amplio para fondear. Es también un lugar muy concurrido.

La Taverna Dimitris
Vlicho me traía muchos recuerdos. No había estado nunca allí, pero el agua tranquila, la costa llena de pinos, los barcos fondeados se parecían mucho a los paisajes de los embalses de Madrid donde empecé a nevegar. El lugar es magnífico y el fondeo (comprobando siempre que ha enganchado el ancla) tranquilo.

Para cenar dejaríamos el barco, y con la neumática (bastante desvencijada por cierto) iríamos a la Taverna Dimitris, situado en la parte este de la bahía. Una decisión acertada, porque tuvimos una cena muy agradable en un lugar con mucho encanto. Muy recomendable. (No olvidar como en todos los sitios junto al mar, un repelente de mosquitos) Después, dormir (si es que se duerme en un barco, que esa es otra) y mañana sería otro día...

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