Islas griegas del Mar Jónico. Lefkas, Meganisi, Ithaka y Cefalonia |
Como navegante, me gusta la geografía. Por ello, una de las cosas que siempre hago cuando subo a un avión es sentarme al lado de la ventanilla y mirar abajo. Da igual la naturaleza del viaje. Invariablemente hago siempre el ejercicio de poner nombre a las cosas que veo, bien sean montañas, ciudades, islas o costas. Buscar en la memoria contornos de mapas y ver el mundo desde arriba me abre muchas veces perspectivas nuevas y la curiosidad de viajar a los sitios por los que sobrevuela el avión.
Y haciendo este ejercicio, tuve mi primer contacto con el mar Jónico, tal como se ve en la fotografía. Observando ese grupo de islas quedé asombrado de la excelente zona de navegación que sería. Varias islas cerca unas de otras, muchos posibles fondeaderos, aguas de un azul profundo... En fin, todo lo que un navegante por placer puede imaginar. Esos contornos, esas islas, ese mar quedaron registrados en la memoria y quizá, en ese momento, el subconsciente ya empezó a preparar un viaje. Este blog cuenta la historia de ese viaje.
El Mar Jónico; tras las huellas de Ío.
Mar Jónico. Enciclopedia General del Mar |
Eso es lo primero que conocí cuando comenzaron los preparativos conscientes del viaje. una referencia en una vieja enciclopedia de papel cuyas hojas ya amarillean. No esperaba otra cosa, pero ya nos dice Juan Luis Arsuaga en sus libros sobre la evolución humana que unas de las características que hizo al hombre convertirse en la especie dominante es su capacidad de dotar a las cosas inanimadas de características y nombres humanos. Esas cosas inanimadas así bautizadas se convierten en referencias que en el futuro fácilmente se usan por otros hombres que quizá nunca hayan estado allí. Así una peña se convierte en una cara, una montaña en una morada de los dioses, y esa referencia es lo que queda en la memoria distinguiendo peñas o montañas unas de otras y sirve para hacer de la naturaleza algo interpretable y cercano a lo humano. Y de paso, sobrevivir mejor al poder transmitir nociones que de lo contrarío no nos dirian mucho.
Y el Mar Jónico no se iba a quedar sin un origen mitológico, sobre todo en Grecia, tierra antigua y fecunda donde el mito alcanza sus cotas más altas. Ío y Zeus se amaron y fueron sorprendidos por la iracunda Hera, esposa de Zeus. Este, para salvar a Ío de la ira de Hera, la convirtió en una vaca blanquísima. Hera pidió a Zeus que le regalara este animal magnífico, pero Hera, astuta y quizá avezada de la argucia de Zeus puso a la vaca Ío bajo la atenta mirada de Argos, el gigante de los cien ojos... Hermes mató a Argos por orden de Zeus, y Hera, en venganza, envió un tábano gigante a perseguir y a picar a Ío que se vió obligada a huir continuamente para evitar el tormento de Hera. Ío huyó hacia el este por mar, y en su huida quizá sin proponerselo, bautizó al Mar Jónico en su recuerdo. Un mar bautizado por alguien que huye... nada más apropiado para convertirlo en una geografía para la evasión. ¿Queda algo del mito en esas costas? Lo iremos viendo a lo largo del viaje, pero ya lo adelanto: creo que algo queda.